Y de repente… 24 de Diciembre de 2022
Es verdad que tengo muchos recuerdos encima. Muchas cosas que he ido atesorando. Buenas y malas. Felices y tristes. A lo largo de los más de 17.000 días que llevo correteando por encima de esta esfera de agua y tierra ha dado tiempo más que de sobra para pasar por muchas situaciones. Y para poder enredar en muchas de las cosas en las que me he metido a enredar. A celebrar la consecución de muchas de las cosas que me propuse en su momento conseguir. A consolarme por los fracasos de las que fallé. A pensar muchas nuevas.
Este año se me ha pasado volando. Debe ser porque he estado haciendo muchas cosas de esas en las que salto un rato con el pie derecho, otras con el pie izquierdo. Otras con los dos. Capeando también aquellas que te vienen por el camino. Con arte. Con trabajo. Con IJKL, espacio A para disparo, bomba con la Z y salto para el espacio. Y sin darme cuenta he llegado a la mañana de hoy. Me he levantado a las 7:00 a postear en mi blog, y he visto.. que es 24 de Diciembre de 2022.
“¿Ya?“, he pensado primero. “¿Qué posteo?“, pensé después.
Y he acabado en este texto. Me he puesto la música triste, corta venas, de esa que me permite agarrarme a mi bolita azul y disfrutar de ese sentimiento de melancolía que permite que mis recuerdos sigan viviendo y evolucionando en mí. Creando su ecosistema de nuevas vidas y nuevas aventuras dentro de un mundo que solo yo conservo. Y no, no me inspiraba esto 2022. Las cosas de esta año que han sido menos buenas no han ocupado tanto espacio en las horas de mi tiempo despierto o dormido en el viaje desde el 1 de Enero hasta hoy.
He revisado mi año en Spotify para ver qué ha ocupado el tiempo hasta llegar aquí y veo que hay mucho de esa música que tiene que ver con la que está de moda, incluido ese “reggaeton” que me ponen mis hijas cuando las llevo a patines. Bolita amarilla. Cuando regreso de patines, y las traigo cansadas de regreso suelo tocarle la oreja a Mi Hacker. Acariciársela. Y decirla lo mucho que la quiero. Y luego estiro el brazo para atrás, para que me coja la manita Mi Survivor. Y sonríe porque sabe lo que le voy a decir. Te quiero, bichín. Bolita amarilla. Patines, cumpleaños, competiciones, exhibiciones, deberes, “llévame”‘s, y “ayúdame”‘s con cosas de deberes han sido muchas de las bolitas amarillas que han marcado el camino hasta el 24 de Diciembre de 2022.
Hacer un resumen ejecutivo para mí mismo – que yo no tengo tiempo para leer correos electrónicos muy largos -, de este año, hay momentos chulos, tensiones que me han dejado comiendo techo muchas noches, charlas con mamá, partidos del mundial con emoción en los penales, amigos en el escenario haciendo música, charlas con cenas de cosas ricas y vino aún más. Ojos que sonríen. Brazos que abrazan. Noches furtivas. Palabras que dan calor. Cafés que reviven. Risas y algo de magia. Disgustos que van a la papelera de reciclaje rápido. Cambios que ponen emoción a la vida y te recuerdan que esto se mueve. Cosas. Buenas y malas que te recuerdan que estás vivo. Que el día que no te pase nada ya no molará nada.
No me puse muchos objetivos a principios de año. No hice grandes planes. Así que los sobre-cumplí, que diría mi KPI. Lo que quería era seguir en el medio del camino, y eso me fue aceptablemente bien. Acerté en cosas. Fallé en otras. Pude haberlo hecho mejor. Pero también pude haberlo hecho peor. Y me premié por ello comprándome cómics de la niñez para volver a ser un X-Man. Monté en monopatín. Y salí a correr con mi amigo Samu cuando pude. Hice un exceso de tanto en tanto. Y viajé algo. Cené en ciudades de por ahí. Llamé por teléfono a los amigos para ver cómo les iba.
Así que bien.
Comí hamburguesas de esas que me gustan. También ensaladas. Peleé por los proyectos que creí que hacían bien a mi empresa. Ayudé a los compañeros que pude cuando lo necesitaron. Me enfadé y me frustré. También me alegré y me sorprendí. Puse corazón en lo que hice. También fui perezoso alguna mañana que el cuerpo no me respondió. Fuimos a caminar y ver conejitos aunque hiciera frío. Monté en pedaló con mis hijas. Vi mis series de superhéroes y acabé The Walking Dead. Sigo con The Shield. Lloré viendo películas. Me leí las novelas de mis amigos. Le di muchos besos y abrazos a mi madre. Disfruté la exposición de figuras de superhéroes de mi brodal. Troleé a mi sobrina. Te llamé a las 7:00 para decirte que había puesto Internet. Conocí a gente nueva. Perdí a seres queridos por el camino. Trabajé en cafeterías. Cosí Madrid con el Maligno-móvil. Tomé vino. Masajes. Recuerdo que lloré por pena. Me acordé de cosas también del pasado. Me dio vertigo ver crecer a Mi Hacker. También inventé alguna cosa. Compré cartas de Pokemon para Mi Survivor. Ya no soy capaz de leer sin gafas…
Así que bien.
Di alguna charla. Escribí lo que quise. Y más aún. Aprendí muchas cosas. También se me olvidaron otras. No soy bueno para las fechas de cumpleaños, así que si no te llamé fue porque soy un despistao. Comí setas que cogió mi brodal por el campo y cocinó mamá. Me junté con la familia. Compré chocolate. Hice mal muchas cosas. Perdí la cartera con toda la documentación. También me olvidé de citas de la agenda. Y de cosas que me dijiste, seguro. Y también sucedió que otras que me dijeron… simplemente las ignoré y me hice el despistao. Conté mi día. Escuché tus consejos, o no. Y los hice caso, o no. Me topé con algún tonto. Y también conocí a gente nueva que me alegró el año. Dije cosas bonitas siempre que pude. Tampoco me callé las malas cuando me hizo falta decirlas. Pero sólo cuando hizo falta decirlas. Comí el cocido de mamá.
Ni tan mal.
Rallé el coche aparcando muchas veces. Y no sufrí por ello. Troleé a mis hijas todo lo que pude. Hice Snowboard. Me emborraché alguna vez sin darme ni cuenta. Otras a conciencia. Me reí mucho. Celebré mi cumpleaños con mucha gente. Tomé frutos secos con cerveza que me encanta. Mejillones picantones. Y comida china. Y algún licor digestivo. Y muchas veces. Me subí al escenario con el gorro. No he visto Wakanda Forever. Ni Avatar 2. Aún. Brindé por ti. No seguí la política. Seguí sin votar. Me levanté a las 5 de la mañana muchas veces. No, no trasnoché mucho este año, que me acuesto pronto. Monté con mi skate. Y me puse mis patines online. Me miré al espejo y muchas veces y dije: “¡Qué guapo!“. Y otras tantas dije: “‘¡Qué mayor te haces!“. Fui a Estados Unidos, a México, a la República Dominicana, y a Kuala Lumpur. Y nada más. Y nada menos.
Como cualquier otro. Amarillo. Azul. Algo de rojo y un poco de verde.
Al final, viví 2022 como uno más. Como tú. Con muchas ganas de hacer muchas cosas. Sin angustias por no poder llegar a lo que no pude llegar. Feliz de haberme caído al suelo y hacerme daño. Triste por lo que me duele. Con esperanza de ver feliz a los que me rodean. Aunque sea a ratitos. Aunque sea a tiro digital. De ayudar a los que puedo. Contento de seguir teniendo ganas de venir aquí a contar cosas. De tener ganas de que los días me machaquen para pasar de un segundo a otro devastado por la intensidad del anterior. De conseguir que pase lo que pase, incluso aunque sean palabras incorrectas, parezca que riman. De que siga consiguiendo que en mi vida lo más importantes sean palabras que aún no escribí. Que el futuro no me dé miedo, aunque tocara ver el final de la serie, viendo el suelo acercarse a tu cabeza, o disfrutando de la visión de cómo el sol ilumina el pico de la montaña mientras caes mirando al cielo por el vacío dese la ladera de la montaña…. Se acabará 2022 con la bolsa de ilusión llena para 2023.
¡Saludos Malignos!
Autor: Chema Alonso (Contactar con Chema Alonso)
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