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MUJERES TIC: Olga Trapero, directora de marketing de vivo Iberia

La especialidad de Olga Trapero, directora de marketing de vivo Iberia reside en tejer estrategias disruptivas que desafíen el status quo, liderar el camino en el crecimiento del comercio electrónico y guiar a las empresas hacia una transformación digital exitosa. Desde hace un año en vivo esta experta tanto en marketing B2B como B2C ha pasado por multinacionales como Samsung o BAT.

¿Cómo llegó al mundo TIC?

Llegué al mundo TIC casi por casualidad, después de llevar seis años en mi anterior empresa. En ese momento, un gran fabricante de tecnología buscaba un perfil multidisciplinar capaz de moverse con soltura tanto en el mundo B2C como en el B2B. No lo dudé ni un segundo y vi la oportunidad como un reto apasionante para cambiar de sector y explorar un nuevo universo. Desde entonces, no me he arrepentido ni un solo día. He tenido la oportunidad de aprender y asombrarme con la tecnología, desde cómo funcionan las pantallas LED más avanzadas del mercado hasta la fotografía de bolsillo más sofisticada, como el codesarrollo de ZEISS y vivo. Ha sido un viaje lleno de retos y aprendizajes que han redefinido mi forma de ver la tecnología y su impacto en la vida de las personas.

¿Qué es lo que más valora de su trabajo?

Lo que más valoro de mi trabajo es el aprendizaje constante, especialmente al formar parte de un gigante asiático como vivo, donde he tenido la oportunidad de sumergirme en una visión cultural diferente. Esto me ha permitido entender cómo la tecnología puede ser un puente para conectar a las personas y facilitar sus vidas, independientemente de dónde estén o cuál sea su experiencia previa con la tecnología. Para mí, la tecnología tiene sentido cuando ayuda, cuando elimina barreras y genera un impacto positivo. Nuestra misión en vivo es clara: hacerla accesible, asequible y fácil para todos, sin que nadie sienta miedo o intimidación al usarla. Es emocionante ser parte de un proyecto que no solo innova, sino que también transforma vidas de una manera tan significativa.

En su opinión, ¿qué es lo que falla para que las mujeres no apuesten más por el estudio de carreras STEM?

Creo que el problema comienza desde muy temprano, con un sistema educativo que no fomenta de manera suficiente el interés por la ciencia y la tecnología en las niñas. A esto se suma una cultura que, durante décadas, ha perpetuado estereotipos de género: la idea de que ciertas disciplinas son más “masculinas” ha desalentado a muchas mujeres a explorar su interés por áreas como la ingeniería, la informática o las matemáticas. Además, la falta de referentes femeninos históricos en estos campos ha generado un efecto dominó. Si no ves a alguien que se parezca a ti liderando un proyecto tecnológico o innovando en un laboratorio, es más difícil imaginarte a ti misma en ese lugar.

Dicho esto, estoy convencida de que estamos en el camino correcto. Cada vez más referentes femeninos están cambiando las reglas del juego, mujeres que lideran proyectos, empresas y avances tecnológicos a nivel global. Estas figuras son esenciales para que las nuevas generaciones de niñas vean que no hay límites y que las carreras STEM también son para ellas. Estamos en un momento clave, y creo firmemente que el futuro será mucho más igualitario en este sentido.

¿Cree que existe el “techo de cristal” en las empresas TIC? ¿Cuál debería ser la solución?

El mundo TIC es muy amplio, y la presencia del techo de cristal varía según el terreno. En áreas como el B2B, por ejemplo, todavía es muy palpable. Tradicionalmente, roles de liderazgo en este sector han estado ocupados mayoritariamente por hombres, lo que ha generado barreras implícitas para las mujeres que buscan avanzar en sus carreras. Otro factor histórico ha sido la maternidad, que durante años ha ralentizado la trayectoria profesional de muchas mujeres. Un parón por maternidad supone perder ritmo en la carrera, lo que puede dificultar las promociones. Ahora imagina el impacto cuando alguien decidía tener más de un hijo: era casi como reiniciar constantemente el camino hacia el liderazgo.

Sin embargo, hoy veo un cambio positivo. Cada vez más empresas están implementando políticas que favorecen la conciliación y reconocen el talento sin importar el género o las circunstancias personales. Las licencias de paternidad más igualitarias, el trabajo remoto y los horarios flexibles están ayudando a nivelar el terreno. También creo que la conversación está cambiando, y con ella, la cultura empresarial: se empieza a valorar más la diversidad como un motor clave para la innovación.

¿Una política de cuotas puede resolver el problema?

Personalmente, no soy partidaria de las cuotas porque creo profundamente en la meritocracia. He luchado mucho para llegar a donde estoy y me gustaría pensar que mi trabajo y esfuerzo son lo que realmente marcan la diferencia, no el hecho de cumplir con una cuota o rellenar un hueco. Sin embargo, entiendo que para algunos sectores o empresas, las cuotas pueden ser una herramienta temporal para abrir oportunidades que históricamente no han existido para las mujeres. Pero el problema de fondo no se soluciona solo con números. Lo importante es crear un entorno donde el talento, el esfuerzo y la capacidad sean los únicos factores que importen, y eso requiere cambios estructurales y culturales, no solo normativos. Creo que el camino debe ser eliminar barreras reales, no imponer condiciones artificiales. La igualdad real no llegará por obligación, sino cuando todos tengamos las mismas oportunidades desde el principio.

¿Qué dificultades se encontró usted para llegar a la posición que tiene actualmente?

A lo largo de mi carrera, he tenido que reinventarme varias veces para poder optar a los puestos que realmente me interesaban. Siempre he creído que no basta con estudiar una carrera y quedarse ahí; cada vez que veía un rol que me apasionaba, hacía todo lo que estaba en mi mano para estar preparada. Esto, en muchas ocasiones, implicó grandes sacrificios, como compaginar el trabajo con formación adicional, desde másters hasta programas más específicos.

Además, siempre he sentido la necesidad de entender a la perfección los productos antes de enseñárselos o explicárselos a los consumidores. Y, cuando trabajas con tecnología tan avanzada, ese proceso no siempre es sencillo. Cambiar de sector supuso una gran curva de aprendizaje en la parte técnica, que al principio era muy compleja para mí. Por suerte, tuve grandes compañeros que, con su apoyo y paciencia, hicieron que este reto fuera mucho más llevadero. Gracias a ellos, lo que al principio era un reto intimidante, acabó siendo una de las partes más enriquecedoras de mi carrera.

¿Qué es lo que más valora de su empresa con respecto a la integración de la mujer?

Lo que más valoro de vivo es que el talento y el esfuerzo son los factores que realmente cuentan. Aquí no se trata de cumplir con cuotas ni de dar oportunidades por obligación, sino de reconocer el potencial de cada persona y brindarle el espacio para crecer. Además, vivo apuesta por un ambiente laboral donde la diversidad, no solo de género, sino también cultural, es una parte fundamental del éxito. Trabajar en una empresa con raíces asiáticas me ha permitido aprender mucho sobre distintas formas de liderazgo y colaboración, y me ha demostrado que, cuando se valora a las personas por lo que aportan, no por etiquetas, se generan equipos más fuertes y equilibrados. Creo que esa apuesta por la meritocracia y el respeto mutuo es lo que marca la diferencia y permite que tanto mujeres como hombres podamos desarrollar nuestras carreras sin limitaciones.

¿Cómo compatibiliza su vida laboral con la personal? ¿Tiene su empresa planes para poder compatibilizar ambas?

Compatibilizar la vida laboral con la personal siempre es un reto, especialmente en sectores tan dinámicos como el tecnológico, donde las cosas cambian a un ritmo vertiginoso. En mi caso, trato de organizarme bien y establecer prioridades claras. Soy muy consciente de que no siempre se puede llegar a todo, pero aprendí a valorar la calidad del tiempo más que la cantidad.

En cuanto a la empresa, vivo está dando pasos hacia una mayor flexibilidad, lo que permite equilibrar mejor ambas áreas. Aunque siempre hay margen de mejora, lo importante es que existe una mentalidad abierta para buscar soluciones que beneficien tanto a los empleados como a la organización. Creo que la clave está en encontrar un equilibrio que funcione para cada uno, sabiendo cuándo es momento de desconectar y cuándo es momento de darlo todo en el trabajo.

¿Qué cree que hay que mejorar en general para que se pueda compatibilizar mejor la vida privada o personal? ¿Es un problema de las empresas, de las relaciones de pareja o de uno mismo?

Creo que todo comienza por conocernos a nosotros mismos. Entender qué es lo que realmente nos da la felicidad y cuáles son nuestras prioridades es fundamental para encontrar un equilibrio. A partir de ahí, es cuestión de elegir tanto la pareja como el trabajo que mejor se adapten a esos objetivos personales. Hay personas que valoran una vida tranquila, con mucho tiempo libre para dedicarse a su familia, amigos o hobbies, y eso es absolutamente válido. Otras, en cambio, encuentran su felicidad en un crecimiento profesional constante, en nuevos retos y aprendizajes, y eso también es completamente legítimo.

Por otro lado, las empresas también tienen un papel clave. Deben ser conscientes de que dentro de sus equipos conviven perfiles diferentes, y es importante dar las mismas oportunidades a todos, independientemente de cuántas horas trabajen o cómo gestionen su tiempo, siempre que los resultados sean los mismos. Valorar el mérito y el impacto, más que el tiempo invertido, es lo que realmente fomenta un entorno justo y equilibrado. El equilibrio no tiene una fórmula única, pero empieza por respetar nuestras prioridades y por construir entornos donde todas las formas de trabajar y vivir sean respetadas.

Un 35% de alumnos no logra ni acabar el bachillerato ni la FP equivalente, ¿está en la educación el problema de la falta de perfiles especializados?

Definitivamente, el sistema educativo tiene una gran parte de responsabilidad en este problema. Seguimos utilizando un modelo que parece diseñado para formar a personas del siglo pasado, sin adaptarse a las demandas actuales del mercado ni a las nuevas formas de aprender. No se priorizan las competencias prácticas ni el pensamiento crítico, y hay una desconexión enorme entre lo que se enseña en las aulas y lo que realmente necesitan las empresas. Dicho esto, la familia también juega un papel crucial. Los valores, las expectativas y el apoyo que se brindan en casa pueden marcar una gran diferencia. Si desde pequeños no se fomenta la curiosidad, la constancia y el valor de la educación, es difícil que el sistema educativo, por muy bueno que sea, consiga suplir esas carencias.

Si queremos un cambio real, necesitamos cuestionarnos cómo estamos formando a nuestros jóvenes y qué mensajes les estamos transmitiendo tanto en casa como en el aula. El fracaso escolar no es solo una estadística; es el reflejo de un sistema que no está funcionando.

¿Le han servido los estudios que hizo para realizar su labor actual?

Creo que todo suma, pero no podemos limitarnos únicamente a lo que estudiamos en un primer momento. En mi caso, además de mi grado, he cursado dos másteres y un programa especializado mientras trabajaba, porque siempre he creído en la importancia de reinventarme y seguir aprendiendo para adaptarme a nuevos retos. Sin embargo, creo que el sistema educativo tiene una gran carencia: se enfoca demasiado en acumular conocimientos teóricos, muchos de los cuales olvidamos rápidamente, y no dedica suficiente atención al desarrollo personal. Habilidades como la negociación, el pensamiento crítico, la comunicación o la asertividad deberían ser pilares desde las primeras etapas educativas, no algo que tengamos que aprender por nuestra cuenta más adelante.

El problema no está solo en la universidad o las carreras, sino que viene de raíz, desde el colegio. Necesitamos un sistema que no solo forme profesionales, sino también personas capaces de adaptarse, resolver problemas y comunicar ideas con confianza. Es una asignatura pendiente que, en mi opinión, sigue siendo urgente reformar.

Solucione el problema de la educación en España…

No hay una solución única ni sencilla, pero creo que hay varios aspectos clave que debemos cambiar. En primer lugar, necesitamos un sistema educativo que se adapte a la velocidad del mundo actual. Antes, lo que aprendíamos podía servirnos durante años, pero ahora el conocimiento se vuelve obsoleto en cuestión de meses. Por eso, es esencial enseñar a los estudiantes a aprender por sí mismos, fomentando la curiosidad, la creatividad y la capacidad de adaptación como competencias centrales. También debemos replantearnos qué priorizamos en las aulas. Seguimos centrados en almacenar conocimiento teórico, pero dejamos de lado habilidades fundamentales como el pensamiento crítico, la resolución de problemas, la comunicación o la inteligencia emocional. Estas son las herramientas que realmente marcan la diferencia en un mundo en constante cambio.

Si tuviera que aconsejar a un joven qué estudiar de cara a obtener un futuro laboral estable, ¿por dónde le orientaría?

Definitivamente, las carreras STEM son una apuesta segura para el futuro. La tecnología, las ciencias y la ingeniería seguirán siendo motores clave de transformación, y quienes elijan este camino tendrán muchas oportunidades laborales. Pero más allá de elegir una carrera “de futuro”, creo que es fundamental escoger algo que te haga pensar, que desarrolle tu capacidad de razonamiento y te enseñe a adaptarte. Vivimos en un mundo en constante cambio, donde las verdades absolutas no existen y lo que aprendemos hoy puede evolucionar mañana. Por eso, aquellas carreras que fomenten habilidades como el análisis crítico, la creatividad y la resolución de problemas son esenciales, independientemente del campo. Mi consejo sería buscar un equilibrio: elegir algo que te apasione, pero que también te prepare para aprender y evolucionar continuamente.

¿Hacia dónde cree que va el sector TIC? En su opinión, ¿cuáles van a ser las tendencias que realmente van a transformar la sociedad?

Creo que el sector TIC se dirige hacia una etapa en la que la tecnología será más humana, sostenible y accesible. En primer lugar, estamos viendo la humanización de la inteligencia artificial. Ya no se trata solo de algoritmos potentes o de velocidad de cálculo, sino de cómo la IA puede integrarse en nuestra vida diaria de forma intuitiva y ética. Desde asistentes personales más empáticos hasta soluciones personalizadas en educación o salud, la IA tiene el potencial de ser una herramienta que entienda y anticipe nuestras necesidades sin deshumanizar el proceso.

IA, automatización, robótica, ¿de verdad cree que el futuro pasa por las personas?

La responsabilidad de las empresas en este contexto es clave. No todo es automatizable, y no todo debe serlo. La tecnología, y en particular la automatización, debe ser una herramienta para liberar a las personas de tareas repetitivas y tediosas, no para sustituirlas por completo. Las empresas tienen la obligación de asegurarse de que la adopción de la IA no se traduzca en desplazamiento de empleos, sino en una mejora en la calidad de vida de las personas, ofreciéndoles más tiempo para lo que realmente aporta valor.

¿Qué es lo que más le motiva a la hora de liderar equipos?

Siempre he sido muy exigente conmigo misma, y esa misma exigencia la llevo al trabajo con mi equipo. Me gusta motivarlos a salir de su zona de confort, pero siempre con una red de seguridad que les permita aprender de sus errores sin temor. Creo que es importante empujar a las personas a hacer cosas que nunca se habían planteado, a retarse a sí mismos. El error, en mi opinión, es una de las mejores formas de aprendizaje; es fundamental que no tengan miedo de equivocarse, porque cada error es una oportunidad para mejorar y crecer.

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Gustavo Genez

Informático de corazón y apasionado por la tecnología. La misión de este blog es llegar a los usuarios y profesionales con información y trucos acerca de la Seguridad Informática.