Mi Survivor 1.1 (Kid Edition)
Ya no eres un bebé. Ya has pisado la tierra más de una década. Ahora quieres cambiar las zonas. Cada viernes tengo que buscarte en un sitio distinto porque te has organizado un plan. Cada día lo llenas del máximo de actividades. Patinar, Gimnasia, Fútbol, Música, Programación. Y cuando se acaban los planes, te los pones tú. Manualidades de las que me pides que te compre. “¿Te pinto un Lobezno papaete?”…. “¡Claro cariño!“… “¿Pero me compras lienzos y oleos y te hago un cuadro?¿vale?¿vale?“. Y yo te lo compro, como no.
Siempre estás alegre. Hasta cuando te regañan. Sonríes. Te sales por peteneras. Robas sonrisas a todo el mundo. Es tu arma secreta. Y lo sabes. Eres activa. Pura actividad. Siempre jugando o haciendo cosas divertidas. Entro en tu habitación y te ordeno que te pongas a leer o ha hacer los deberes. Refunfuñas. Mucho. Abres el libro para leer. Bostezas. Vuelves a bostezar. Más bostezos. Te oigo bostezar y me pongo nervioso. Te regaño. Te pones de pie y te pones a cantarme la canción de la obra de teatro de Peter Pan donde vas a ser una pirata. Te ríes en mi cara. Me desmontas.
Te acercas cariñosa. Con la vocecita de niña. Dulce. Me vas a pedir algo. Sí. Me dices que quieres ir a ver a Olivia Rodrigo a un concierto. “¡Tienes 10 años!“, contesto sorprendido. Te lo explico. No lo entiendes. Te lo vuelvo a explicar. Te sales por peteneras. Miro las entradas para ir a ver a Olivia Rodrigo. Menos mal, están acabadas. “¿Y tú no las puedes conseguir, papaete????” Me matas. Te pones a cantar con esa voz de niña fuerte y potente que tienes mientras teatralizas la actuación de la cantante. Coges el micrófono Bluetooth y te vas cantando Olivia Rodrigo.
Cantar. Cantas mucho. Entro en tu habitación. Estás cantando y bailando. La mesa llena de cartones, rotuladores, plásticos, tijeras, pegamento. No sé qué estás haciendo. Cantas una canción en inglés. Dicen “Fuck You“, en ella. “¿Quién es?” pregunto airado y enfadado. “¿Cómo puedes escuchar esto?“. Se ríe. “Es Gayle, papaete. Está de moda. Ven, baila conmigo“. Acabo bailando contigo. Me olvido de que tenía que regañarte. Termino de bailar y me ponga a recordar el regaño. “¿Has hecho los deberes?” Me los enseña, todos hechos. “¿Pero cuándo los has hecho?“…. “Papaete…. que están chupaos.” “Pues entonces, escribe el diario, que te lo voy a corregir.” Refunfuñas. Te amenazo con quitarte canciones de las listas de Spotify. Te pones a escribir el diario mientras yo leo un cómic. Oigo bostezos.
Es sábado, son las 7:00 de la mañana. Te oigo corretear. Luego la televisión. Luego la intro de Victorious, o de Sam&Cat, o de los Thundermans, o de Equipo Danger, o de lo que sea. Los emails de Netflix con el sumario de lo que has visto cada día pesan más. Me levanto. Voy a darte un beso. “Aparta papaete, que no veo la tele”. Te mato, pienso. “¿Quieres desayunar?” te pregunto. “Ponme tostadas como tú sabes. Con manquetilla, mermeleda pero que estén mojaditas. Y galletas. Y chocolate. Y déjame las magdalenas“. No me explico tus desayunos. Bueno, sí, supongo que estar siempre saltando necesita energía.
Estoy viendo la tele. Juega el Real Madrid. Pasas a mi lado. Abucheas la tele. “buuuuuuhhhhh. ¡Que pierda, que pierda!“. Te miro con mi cerveza en la mano. “¿Por qué quieres que pierda el Real Madrid?“, te pregunto. “Porque soy del Atleti. ¡Atleti! ¡Gopa Atleti!“. Te miro y me rindo mientras saltas como un mono delante de la televisión abucheando a los jugadores. “Vámonos a ver un partido del Atleti al Metropolitano, papapete. Venga, llévame, y así no abucheo a los jugadores“. El fin de semana siguiente nos vamos al campo a ver jugar al Atleti. Pierde. Te cabreas. Al salir dices: “Pero vamos a ganar el siguiente, seguro”. No puedo contigo.
Es otro día de partido en el Metropolitano, te llevo, que vas a salir al campo con los jugadores en la formación inicial. Sales de azul, de la mano de Oblack. Estás muy seria. Es un día importante para ti y desfilas muy marcial hacia el centro del campo. El portero del Atleti te lleva con cariño. Te coge de los hombros para formar en el foto. Estás feliz. Yo te grabo desde la grada. Verte feliz, me hace feliz.
Es sábado por la tarde. Te has pintado la cara de gato. Vas en tu maillot de patinaje. Vas a hacer una coreografía con tu equipo. Das vueltas, piruetas. Saltas, giras, te agachas, estiras las piernas, haces esas figuras que tienen nombres rusos o franceses y que yo no conozco. Eres la más pequeña de este grupo, al final te levantan entre todas y te estiras en lo alto. Con un pie enpatinado para adelante, y con el otro para atrás. Los brazos estirados en cruz, la barbilla alta, y la mirada de gravedad. Te ha salido el ejercicio perfecto, y quieres el premio. Quedáis las primeras. Patinas como alma que lleva el demonio al podium, te subes en él y estiras los brazos. Toda la atención es para ti. Lo disfrutas cuando te ponen la medalla de oro.
Ya tienes 10 años. Cada día es un día para hacer planes. Con tus amigas. “¿Me llevas papaete?“, con tu “primi“, e incluso con tu papaete “¡¡¡Vámonos a hacer tirolinas, papaete!!!“, “¿Y los deberes para cuando?“, te pregunto. “Vaaaamos papaete, que es sábado, primero…. ¡fiestuqui, fiestuqui!! Luego los hago“. Acabo colgado de cuerdas contigo haciendo tirolinas a diez metros del suelo. No puedo contigo. Eres mucho de lo que yo hubiera querido ser. Energía, alegría, risas cada minuto, ilusión eterna por todo. Tienes una vida que llenar de cosas divertidas, y no piensas pararte por nada.
Es por la noche. Voy a ver mi serie. Te tumbas con la cabeza encima de mis piernas. Se te acaba la pila. Puedo ver como parpadea la alerta de batería baja. Me miras. Me das instrucciones para que luego te lleve a la cama. Para que sepa qué muñecos son los que duermen dentro de la cama con ella y los que duermen fuera, que no es sencillo. El agua en la mesilla. Y mi foto cómo debe de estar. Me dices que ponga el pijama luego, pero que no la dé en el culete cuando se lo hago. Que la tape bien, baje la persiana, y cierre la puerta. Que ponga música en la estrellita de mar. Y que ahora, para dormirse bien, le haga “un huevito en la cabeza”. Yo la hago el masaje simulando que le rompo un huevo en la cabeza y le cae por el pelo y el cuello. Le encanta. Antes de que termine yo de sonreír, ya se ha dormido. Ha entrado en su modo de recarga de baterías. Las 7:00 llegan muy rápido mañana.
Pensaba que haber vivido los 10 años de Mi Hacker me ayudarían a estar más preparado para los 10 año de ti, pero es erróneo. Es otro juego. Otra partida. Otro lenguaje de programación. Otro entornos de pentesting totalmente diferente. Y yo soy distinto. Más tranquilo. Menos dramático. Más niño. Más consciente. Menos dogmático. Más reconocedor de mi incapacidad de imponerte dogmas de vida. Más cercano a a aprender de ti que de querer enseñarte. Jamás he querido que fueras como yo, y mientras la luz de tu alegría y tu sonrisa me ilumine, seré observador y compañero de aventuras contigo. Y que la vida te lleve dónde tu quieras, que yo iré contigo si me dejas, o me quedaré a tu lado para ayudarte en lo que me pidas. A tu lado.
¡Saludos Malignos!
Autor: Chema Alonso (Contactar con Chema Alonso)
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