El Plan
Siempre he tenido un plan. No hago las cosas a tontas y locas. El Plan. El gran y sencillo plan que nos guía a cada uno de nosotros. El mío era sobrevivir en aquellos inicios de mi vida. Después, estar preparado para lo que pudiera pasar y no volver a la casilla cero. Luego, defender a mi prole y no inculcarles las necesidades de sobrevivir a tan temprana edad como las interioricé yo. Y por último disfrutar lo que pudiera en esta vida. No lo fío todo al futuro o lo que venga después, no sea que no haya cómics que leer. El Plan sencillo de la vida, que la vida es una gran sala de espera….la otra…
Y por el camino pasan cosas, y tienes que tomar decisiones difíciles. Dolorosas. Elegir. Tomar un camino u otro. Y es ahí cuando tienes que medir las decisiones en base a El Plan. Y vaya si lo he tenido que hacer veces. Más de las que me gustaría, menos de las que debería, que por azares de la física, la química y la filosofía, he acabado encontrándome en caminos que no quería recorrer. Y de alguno he regresado solo porque no conocía bien el destino, y no quería acabar en bucles y playas ya conocidas. Otros me hubiera gustado caminarlos, pero no estaba seguro de que encajara el destino en El Plan. Quién sabe qué fue malo o qué fue bueno de esas decisiones.
Pero es en las sencillas cosas del día a día donde más nos suele costar la medición de nuestros actos, y de los míos en concreto, con mi mágico Plan. Cuando decido enfadarme por una chorrada, o discuto con una de mis hijas. Cuando no le he dicho a mi madre que hoy la quiero mucho y está muy guapa. Cuando he trabajado más de lo que debía y me ha dado un desfallecimiento físico. O cuando el volumen de problemas que gestiono en paralelo en el aire comienza a necesitar que tengamos ya los ordenadores cuánticos. En ese momento, me siento, dejo todo, y repaso la lista que construí con las indicaciones que me dijo mi amigo Fer.
– Tener más reuniones.– Preparar más excels con datos para una reunión.– Quedarme más días sin hacer deporte para sacar más trabajo.– Discutir en más reuniones.– Enfadarme más.– Ganar más discusiones.– Pasar más tiempo discutiendo con mis hijas.– Regañar más con la gente que me quiere.– …
Esa lista de cosas que me van a importar una mierda el día que esté en mi lecho de muerte. Esa lista de idioteces que cuando el tiempo se extingue pasan de ser importantes a una mera pérdida de él. Y me la clavo con una chincheta en la cabeza, para que sangre de dolor cada vez que no hago cosas que tienen que no tienen que ver con El Plan. El sencillo plan de tomarse una caña, una café, con gente que te aporta cosas. El sencillo plan de vivir mientras nos quede tiempo. El sencillo plan de que a esta vida hemos venido a ser felices y no a acumular nada. Ni dinero, ni fama, ni poder, ni nada. El Plan de que se es más feliz disfrutando del sol, que teniendo un status que te dé la fama, el poder o el dinero.
El Plan es otro.
Mi Plan siempre ha sido otro.
Recuerdo aquella servilleta que Rodol y yo escribimos cuando íbamos a crear Informática 64. Esa servilleta llevaba nuestro Plan. Y era que Rodol y yo disfrutáramos más la vida. Y recurrimos a ella muchas veces. Y no nos fue mal. Y no nos va mal. Y ayer mismo nos sentamos y hablamos de cómo nos va, de qué queremos hacer para el futuro, de lo que debemos hacer entonces sabiendo lo que queremos.
Nos reímos. No nos ha ido mal con El Plan. Nos abrazamos. Nos despedimos para volver a vernos en breve, cuanto tengamos que ejecutar alguna decisión acorde con El Plan. Con el sencillo plan de vivir. Rodol quiere disfrutar más el norte de España. Yo quiero tener más tiempo libre para mí. Saber tirar la bomba de humo y desaparecer.
– «Y si nos va mal, pues volvemos a empezar, ¿no?», le dije.
Se rió un poco.
– «No parece que vaya a ser necesario, pero….«, contestó.
Nos reímos juntos. Nunca hemos querido mucho más. Hace tiempo que los dos sobrepasamos todo lo que nos hubiera bastado en la vida cuando teníamos 13 y 15 años. Solo teníamos un Plan bastante sencillo. Y ayer lo volvimos a suscribir. Yo sé que si lo necesito estará para mí. Él debería saber que si me necesita estaré ahí para él. Pero ninguna necesitamos demasiado.
Mi Plan es más sencillo de lo que algunos pueden pensar. Es cierto que he intentado resolverlo con tiempo, y jugar en terreno contrario para evitar problemas de última hora, pero un buen cómic, un café con hielo, y la vida pasa feliz. Un bloc de dibujo y unos rotuladores y puedo pasarme la tarde dibujando monstruos con cualquier niño. El Plan sencillo de vivir. Una cerveza, unos frutos secos y unas risas, planazo. Un paseo por el campo, una cena, montar en bicicleta, chistes malos, … entran en El Plan.
Sí, sé que este artículo de hoy está motivado por muchas cosas. Por el fallecimiento de F. Ibáñez al que llevaba tiempo queriendo hacer un homenaje, la dolorosa pérdida de mi amigo Kevin Mitnick, y que el pasado 20 de Julio era el aniversario de la muerte de Chester Benington, al que iba a dedicar un artículo que no salió. Todo eso se ha mezclado en mi cabeza, y me ha recordado las charlas que tuvimos para irnos escapados seis amigos este año a navegar por Montenegro y Croacia.
– «¿Qué vamos a esperar, a que a alguno le pase algo para hacer este viaje?«
Y así los convencí, uno a uno, y luego a todos. Y es que, la vida es lo que pasa mientras que haces planes, por lo que más vale que El Plan que tengas sea disfrutar mientras vives, con un Plan que no sea al final. En el mundo de las finanzas a eso le llaman el Hockey Stick, cuando se supone que vas a perder mucho al principio, que te va a ir negativo los primeros meses, años, pero luego… todo será maravilloso. Pues bien, más vale que El Plan tenga poco Hockey Stick, o que te asegures de que estás en la parte positiva del Hockey Stick el tiempo suficiente como para que te haya merecido la pena la parte negativa. Como decía el gran Rosendo, «más vale que te sientas bien de ti, cuando se te asome al pelo el gris.»
Y ejecuta «El Plan«.
PD: Este post se lo quería dedicar a una persona que me estuvo haciendo tests de COVID los últimos tres años. Que descubrió que su pasión era el submarinismo, que dejó Madrid, su trabajo fijo, y se fue de monitor de submarinismo al sudeste asiático, porque, según me dijo: «A mí me gusta hacer submarinismo, así que no pienso pasarme trabajando 11 meses para disfrutar 1. Prefiero disfrutar todos los días, y sentir que estoy viviendo lo que quiero vivir.» Va por ti, Chema.
¡Saludos Malignos!
Autor: Chema Alonso (Contactar con Chema Alonso)
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