La operación Escudo de Troya: cómo las fuerzas y cuerpos de seguridad están a la caza de los delincuentes en el ciberespacio.
En un mundo altamente hiperconectado, la tecnología avanza con una rapidez sin precedentes, que obliga tanto a policía como investigadores a innovar constantemente. Los ataques resultan ser cada vez más agresivos, al igual que la propia ciberdelincuencia evoluciona a un ritmo que puede resultar muy difícil seguir.
La guerra digital ha llegado para quedarse, y las nostálgicas persecuciones de película entre delincuentes y policías por las calles de la ciudad se han trasladado al ciberespacio. Esto hace que “los buenos” deban ser creativos a la hora de perseguir el crimen y establecer nuevos métodos de investigación.
Por todo ello, las trampas tecnológicas son ahora una realidad, especialmente dirigidas a identificar y capturar a miembros del crimen organizado, cibercriminales y terroristas, convirtiéndose esto en una nueva táctica de represión muy presente en la actualidad.
La Operación Escudo de Troya ejemplifica bien esta nueva modalidad de lucha contra el crimen en la red. Esta ofensiva policial ha contado con la colaboración de más de una decena de países, donde miembros de las fuerzas del orden se han infiltrado en bandas delictivas que operan online. Así, aquellos individuos interceptados resultaron ser usuarios de una aplicación concreta de comunicaciones cifradas, la cual había sido pinchada por el FBI, interceptando así todos los mensajes que los cibercriminales circulaban a través de la aplicación.
Todo se inició con la caída de múltiples servidores y aplicaciones de comunicaciones cifradas, muy utilizadas por usuarios con conductas delictivas y el crimen organizado. Así, estos usuarios se pasaron a esta aplicación concreta, que había sido desarrollada por una firma estadounidense que, en secreto, colaboraba con el FBI, y cuyo principal objetivo era tender la trampa perfecta para poner en jaque al mundo delictivo.
Se calcula que la Operación Escudo de Troya ha facilitado el arresto de casi 800 presuntos ciberdelincuentes, obteniendo alrededor de 20 millones de mensajes de infinidad de dispositivos. A esto se suma el acceso a información necesaria que ha permitido incautar toneladas de drogas ilícitas, destapar rutas de tráfico de armas e incluso interceptar cuentas y depósitos de dinero procedente de acciones delictivas.
Así, los ciberdelincuentes han conseguido caer en la trampa, gestada y planificada desde las más altas esferas de las fuerzas del orden a nivel mundial. La confianza ciega depositada de muchos usuarios en la supuesta alta privacidad que ofrecía aquella app ha resultado ser el germen de su propio declive.
Los datos de la Operación Escudo de Troya se han filtrado y han permitido tener más detalles sobre esta ofensiva concreta, pero no se descarta que puedan existir operaciones similares, muy activas y que persiguen el mismo objetivo: frenar los ciberdelitos y establecer mecanismos de engaño y defensa en la red.
Este tipo de operaciones coordinadas, gestadas por la unión de desarrolladores, agencias de inteligencia y cuerpos policiales, abren nuevas posibilidades que pretenden atraer y atrapar a los ciberdelincuentes. En un mundo que no para de evolucionar, las tácticas también avanzan y ofrecen nuevas líneas de investigación y cooperación policial en el ciberespacio.
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